Estimado D. Miguel
Me he enterado por el blog de la Asociación de Jugadores el Saler, que el pasado 9 de julio mantuvieron una reunión con Ud. y alguno de sus asesores.
Permítame la ironía, pero no puedo por menos que sorprenderme de que la distancia entre el Campo de Golf del Parador del Saler y su oficina en Madrid, medida en unidades de voluntad de diálogo, sea mas corta que la que separa este mismo punto del despacho de la dirección de dicho parador.
No podemos prejuzgar los resultados finales de estos contactos, pero le agradezco sinceramente la cortesía y consideración que ha demostrado con los representantes de este colectivo.
Según me comenta quienes lo conocen, Ud. es persona de buen talante, buen criterio y muy acostumbrado a la negociación. Su currículum acredita un historial que, a estas alturas, ya no necesita de acciones puntuales para demostrar su valía
Mejor que mejor...
Tengo la seguridad de que la edad y la experiencia le habrán dotado de la serenidad suficiente para doblar la vara de la justicia, si tuviera que hacerlo, no por el peso de la dádiva (dentro de un orden claro está, porque Ud., defiende legítimamente unos intereses evidentes) sino por el de la sensatez, la convivencia y el diálogo de las partes.
Todo lo anterior no tiene ninguna intención de dorarle la píldora innecesariamente, que tampoco tengo el porqué. Simplemente cuento lo que me contaron y, como consecuencia, extraigo mis propias conclusiones.
A lo que íbamos:
Por lo que leo en el blog a Ud. le habían hecho llegar la opinión de que nuestra actitud como colectivo es manifiestamente mejorable.
La razón es que, según estas mismas informaciones, se habían producido algunas actuaciones irregulares contra el parador, su Directora, su familia o sus bienes personales.
Sabe perfectamente, Don Miguel, que al campo de golf accedemos personas de toda condición: Jueces y magistrados, catedráticos, abogados (¡algunos del estado!), médicos, ingenieros de toda condición, empresarios de todos los niveles, personal sanitario, representantes, funcionarios, empleados, etc., a los que no me imagino amenazando al hijo de la directora o rayando su coche con nocturnidad y alevosía.
Esta posibilidad es tan absurda que ni siquiera me doy por aludido, ni como persona ni como miembro del colectivo.
Por supuesto que habrán jugadores exaltados y hasta algún que otro descerebrado, pero no es justo asociarlos a ningún colectivo, y mucho menos a la asociación que, por lo que conozco, serían los primeros interesados en no ir más allá de una protesta firme, pero civilizada, usando, eso sí, todos los medios que la ley y el buen orden le permitan.
Los posibles infractores, si los hay, lo serán del tipo compulsivo capaces de dar una patada a una fuente porque no hay agua, de insultar a un empleado porque cree que no le atiende debidamente o de pinchar una rueda, pongo por caso, porque le ha “cerrado” mucho en el parking y no puede abrir la puerta de su coche con comodidad.
Se trataría pues de una cuestión de orden. Los violentos y los sociópatas son como son y la única forma de tratarlos, con nuestro aplauso, es utilizando los recursos legales y la vigilancia del recinto.
De hecho estoy comprobando con satisfacción que la asociación sigue los mismos criterios que, en mi opinión, deben regir la mentalidad y la actitud de un buen jugador de golf:
Saber perder en el día a día, no rendirse nunca
Teniendo como tenemos tanto que discutir es necesario desapasionar totalmente las discusiones y negociar con “hechos y datos”.
Las generalizaciones y juicios de intenciones descalifican a priori a quienes las formulan, y no hacen más que disparar innecesariamente mecanismos de defensa que nada aportan al consenso y tanto lo dificultan.
Dejando al margen las luchas de poder, el objetivo final no puede ser otro que llegar a puntos de encuentro para lo inminente y crear un marco estable de diálogo para lo futuro.
El problema, Sr. Martínez, es que sin saber porqué, los abonados al campo de golf aparecemos como una especie de grano en la nariz del Parador, cuando es evidente y demostrable que hemos ayudado, y mucho, a su sustento y a su prestigio, y que ambas partes, lo queramos o no, constituimos un todo inseparable
Le aseguro, y vuelvo sobre el pasado, que todo esto hubiera tenido una buena solución si se hubiera producido un mínimo de diálogo.
Le pongo un ejemplo:
Uno de los hechos que me ha dolido muy especialmente es el trato que el parador ha dado al colectivo de los jubilados actuales, jugadores de toda la vida, que no han podido soportar el peso de las cuotas y han tenido que renunciar a “su campo”.
Suponiendo una hipotética imposibilidad de mantener las cuotas, sabe el Sr. Contreras, anterior director del parador, que en una de nuestras conversaciones le propuse que se estableciera una más “económica” para estas personas, con el compromiso de jugar un máximo de días al mes, incluso limitando recorridos a nueve hoyos, y/o dejando libres los fines de semana.
Esta solución no se hizo necesaria porque, aunque nos recortaron el número de partidas anuales a todos los abonados, la subida general no fue excesiva.
Conociendo su trayectoria personal y política tengo la seguridad de que soluciones como esta están muy en consonancia con sus propias ideas y permiten compatibilizar el negocio del campo con una cierta solidaridad con los abonados menos pudientes.
Por muy triste que resulte, entiendo que convertir al Saler en un campo-refugio para jugadores de la tercera edad afectaría muy seriamente a los intereses comerciales del Parador, pero yo no le propongo “otra forma” de contratación para los aficionados en general, sino una salida para los abonados “históricos” del Club con menor poder adquisitivo.
Y no es una argumentación demagógica, como tampoco lo es el que familias con varios hijos jugadores no tienen posibilidad de afrontar los costes de las cuotas individuales.
Esta situación ataca directamente al fomento de este bonito deporte. No es bueno para nadie que el golf, en el Parador del Saler, se convierta en coto exclusivo de los más pudientes.
Sería un retroceso inadmisible porque nunca lo ha sido
Tenemos que encontrar una solución para cada uno de estos temas y de muchos otros, y le aseguro que es fácil. Solo hace falta un interlocutor y voluntad de encontrarla.
Repito una vez más que esto no es lo que parece.
No es un conflicto de ricos prepotentes (los que tiene un alto poder adquisitivo no tienen ningún problema) ni de abonados malcriados que quieren disputar el poder o la autoridad a Paradores.
Somos un colectivo, asociados o no, que quieren jugar en paz y armonizar nuestra afición con los intereses del parador en un “gana gana” pacífico y razonable.
Sabiendo “quienes somos” parece realmente imposible que no consigamos una interlocución constructiva.
Ni me arrogo ni pretendo ninguna representación de terceros. Todo lo expuesto es una reflexión personal aunque, por lo que escucho, coincide con muchos otros jugadores.
En una nota anterior ofrecía a la Directora del Parador que nos tomáramos un café hablando de “estas cosas”, siempre a título particular. La invitación no ha sido correspondida, seguramente porque no entra en el blog, pero sigue en pié.
En cuanto a Ud., D. Miguel, le reitero mi agradecimiento por la oferta de diálogo que ha manifestado.
Como es persona inteligente, tengo la seguridad de que, entre otras asesorías, habrá contactado con D. Francisco Contreras, anterior director del parador del Saler que impulsó una serie de cambios para bien de ambas partes y que afrontó con eficacia un mayor control de los empleados, una mejora de las instalaciones y una mayor disciplina de los abonados que, en mi opinión, andábamos algo desmadrados.
Como siempre, sin acritud
José Luis Martínez Angel.
lunes, 11 de agosto de 2008
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